Hoy traemos al blog una entrada muy especial: la experiencia de Yolanda Abad, una mamá cuyo peque a comenzado nuestras clases de Stepping Stones, inglés para bebes. Yolanda, cuenta como fue el periodo de adaptación de su peque a nuestras clases, ¿os animáis a conocerlo?
Cuando en Hábitos de Estudio me hablaron del periodo de adaptación, confieso que le quité importancia, considerando que el peque ya estaba acostumbrado a pasar por varias manos en el día a día y ya está habituado al idioma. Al contrario que, el resto de compañeros, que estaban más acostumbrados a estar con sus madres y no habían tenido contacto previo con el inglés.
Cada día, antes de llegar, le explicaba a donde íbamos, cuanto rato iba a estar, le decía que yo le recogería a la salida. Sin embargo, para mi sorpresa, el niño atravesó los primeros días una mamitis extraordinaria. Entraba contento, pero en que veía que hacía intención de irme, ponía en marcha un chantaje emocional desconocido hasta entonces, lloraba, me pedía brazos sin parar, no había forma de despegarme de él.
Siguiendo los consejos del centro, fuimos progresando poco a poco en el periodo de adaptación.
El primer día permanecí en el centro todo el tiempo, el segundo salí un poco, el tercero un poco más, el cuarto me hizo estar junto a él, el quinto desaparecí hasta la salida. El apoyo del centro fue fundamental en este periodo, ofreciéndonos a los familiares todo tipo de facilidades.
El cuarto día, el niño recayó ligeramente y me hizo durante un rato estar en clase con él, me sorprendió como a los peques ya se les escapan algunas expresiones en inglés y como se imitaban los unos a los otros. Me hizo muchísima gracia ser testigo de su progreso en tan poquitos días.
Durante la primera semana, los lloros a la entrada se repitieron cada día y continuamente dirigía su mirada hacia la puerta. Hasta que decidí que fuera uno de los yayos el que lo llevara por la mañana. A partir de entonces, los lloros desaparecieron completamente y el niño comenzó a integrarse totalmente en la actividad, a conectar cada vez más con el profe y a jugar más con sus compañeros.
Días después yo ya le volvía a llevar y el niño entraba muy gracioso, sonriendo y saludando a todos. A los dos minutos de estar allí ya me ignoraba y acudía muy formal a la rutina diaria de lavarse las manos y ponerse las zapatillas.
Imagino que el proceso es muy similar al de cualquier otra actividad o guardería. Necesitan unos días de periodo de adaptación para acostumbrarse a ese nuevo entorno y a comprender que los dejas un ratito y que regresarás más tarde a recogerlos.