Hoy os traemos otra actividad para realizar con los peques. A ellos les gusta mucho y sin saberlo, están trabajando la expresión. A parte de la lingüística en sí, básicamente la que podemos llamar… ¿“expresión de referencias?”. Me explico.
A todos nos ha pasado toparnos en la vida con alguien al que le hemos tenido que preguntar ¿dónde está la farmacia más cercana? O ¿dónde has dejado la camiseta roja?… Pues bien, hemos tenido suerte si hemos dado con alguien que sabe expresarse con precisión, “tres calles más abajo a partir de esta, gire a mano derecha y unos 50 metros más adelante, la encuentra, no tiene pérdida” o “en el cajón de la cómoda de la habitación, en la parte izquierda, justo debajo de un jersey verde” ¡Qué maravilla! Así da gusto, y no cuando la respuesta ha sido más del estilo de: “todo recto y al final, más o menos, allí, justo donde señalo ¿lo ves?… bueno, recto y en un rato giras, para que me entiendas” o un simple “en el cajón del armario ese”
Pues a la mejora de esta manera de expresarse es a la que me refiero que vamos a trabajar, a saber dar indicaciones correctamente.
El juego comienza repartiendo a cada niño un montón de bloques de construcción, por ejemplo los que a continuación muestro. Pueden ser de cualquier tipo siempre que con ellos se pueda construir una pieza, y cada niño pueda tener el mismo número de bloques de cada forma y color que el resto de compañeros. Los nuestros tienen todos la misma forma, sólo varía el color.
También es importante que todos los participantes estén sentados de manera que no vean lo que hacen los compañeros. Lo más fácil es formar un círculo pero todos mirando hacia el exterior.
Y ahora, por turnos, el niño que empiece tendrá que montar una figura. Puede ser que la haga de manera totalmente libre, o que le marquemos unas pautas para ir regulando la dificultad del ejercicio. Por ejemplo, una pieza podría ser algo así:
Una vez que tenga su pieza lista, lo que va a hacer es ir dando órdenes al resto de compañeros de la manera más precisa posible, para que todos consigan construir una pieza idéntica sin mirarla.
¿Parece fácil, verdad? Pues tiene más miga de la que nos imaginamos. Muy bien tenemos que expresarnos, para que absolutamente todo el mundo nos entienda. Y para comprobarlo, lo mejor es jugar. Poco a poco se van dando cuenta de diferentes estrategias para hacerse entender. Por ejemplo, suele pasar que al principio los niños tienen la figura en la mano y le van dando vueltas, entonces, lo que era adelante se convierte en atrás, lo que era arriba en abajo… vamos, que salen piezas que nada tienen que ver con la original. Si además, después de cada ronda, analizamos un poco porqué el resto de las figuras de los compañeros no son iguales, ellos solos van rectificando, por ejemplo, dejando la pieza en la mesa quieta, así todo el mundo tiene la misma referencia.
Otra variante para graduar la dificultad del ejercicio, es que el niño que va describiendo la figura pueda mirar lo que hacen el resto de compañeros. De esta manera él mismo puede ir corrigiendo sus errores. Lo más difícil es que no lo mire, que confié siempre en que lo está haciendo bien.
Otra posibilidad, dejar que los compañeros pregunten cuando tienen dudas, “pero… ¿al lado de qué roja, de la primera que hemos puesto o de la última?
E incluso tenemos variantes para los que están escuchando las órdenes. Lo más fácil es que no se miren, porque ante las dudas, no les queda otro remedio que tomar sus propias decisiones. Pero si les ponemos a todos mirando hacia el centro del círculo, no hay nada más complicado que entender que la pieza roja va a la derecha y el compañero la está poniendo a la izquierda, y el del frente abajo, ¡que tensión! ¿Qué hago? Pues aquí cada uno decide si confía más en sí mismo o en los demás.
Además, si por algo más me gusta este juego, es por las opciones de éxito que tienen todos. No es muy competitivo porque entra en juego tanto lo que yo entiendo, como lo que el compañero dice. Nadie hace las cosas mal, sino que no las ha entendido del todo bien, o no se las han explicado de manera correcta, entonces, no le quita las ganas de jugar a nadie.
La conclusión final es que os recomiendo jugar con los niños, seguro que a vosotros se os ocurren mil nuevas ideas y mejoras. Y por favor, no dejéis de compartirlas con nosotros, es siempre un lujo escuchar vuestras opiniones.
Silvia Carrera Sanjuan
Hábitos de Estudio